Los sucios pensamientos de un mequetrefe...

Breve descripción de mequetrefe:

MEKE3FE: Sujeto de estatura mediana (eso es como un metro con 75 centímetros), tez morena, ojos color marrón, cabello oscuro, arrugas de 30 y tantos, rictus de estar hasta la madre de Chilangolandia; nariz ancha etc, etc.

El escenario no es otro que el común de un clase mediero bajo…
El sujeto en cuestión sube todos los días a su servicio de auto-transporte colectivo, o sea, el micro o como miles de chilangos dicen (que no quiere decir que sea lo correcto): la micro.
De pronto, el micro-driver o microbusero, le sube a su poderosísimo y chundísimo sonido saturado de bajos; se oye una voz en la radio que dice: la Z.
El mequetrefe lleva bajo el brazo su ‘Gráfico’ bajo el brazo (también resulta con un ‘Esto’ o una ‘Prensa’), se acomoda en el súper sucio asiento, que días atrás fue vomitado por un niño de 4 años que no acostumbra viajar en semejantes batidoras humanas. El chóf se peleó con la señora madre del escuincle para que le limpiara porque le asustaba a la clientela.
De pronto cuando el mequetrefe va a dirigir su delicado intelecto al análisis de la jornada futbolera del domingo anterior, se sube tremenda dama de proporciones descomunales.
El sujeto dirige la mirada, el pensamiento, el morbo, la lujuria hacia las partes más prominentes de semejante modelo convencional de anatomía femenina.
Claro que el sujeto inmediatamente piensa: -Que culote tiene esa vieja, que chichis tan grandotas, qué rico muñequito montado en caballito- y si no llega a exclamar a los 4 vientos la frase: -¡Te lo meto hasta que se me pudra!- Se debe a que la dama en cuestión va acompañada por otra mequetrefe de la ciudad, sólo que a diferencia del mequetrefe observador, este último viste un Hugo Boss que compró hace 5 años y parece que nunca se lo va a quitar…
El mequetrefe en cuestión no es el único que voltea a ver a la dama, incluso se oyen sonidos de en voz baja y bien cuidados de: ssssss; y la clásica frase de cuando dos mequetrefes se juntan: -Ira-.
El mismo micro-driver le pasa setecientas veces la mirada de rayos X a la anatomía de la dama, pero lleva sus gafas oscuras, así que no hay bronca.
No hay lugares disponibles, pero en cuestión de segundos los mequetrefes se debaten entre el me paro o le voy mirando las sabrosas nalgas a esa vieja; finalmente algún mequetrefe que quiere quedar bien le cede el lugar, pero la dama se dedica a sentarse, olvidarse del cortés mequetrefe y dejarle la huella femenina a su galancete con la plasta de bilé en los labios.
El transporte se llena de su esencia y de algún mal olor de las horas de la madrugada, característico de ciudad tan surrealista como Chilangolandia.
El relato podría seguir desarrollándose con normalidad, pero el mequetrefe se baja de su cotidiano transporte y de las cochinas fantasías de llevar a la dama a un lujoso hotel y arrancarle las bragas de un tirón, mientras ella le dice al oído que se la coja…
El individuo toca el timbre, suspira, voltea a mirarla por última vez y piensa: -Y anda con un pendejo que la trae en Micro-.