Samstag, Januar 23, 2010

Don

Le llamaban Don, aunque en realidad se llamaba Donald, pero le quedaba ajustado, siempre era elegante y tenía porte, incluso cuando iba a cenar tacos al pastor en ese local en la esquina de Tacuba. No tenía mucho dinero, pero se las arreglaba; así era Don. Le gustaba leer los diarios, eso lo entretenía, aprendía muchas cosas y sobre todo estaba al tanto de lo que sucedía en partes tan distantes.
Un día Donald leyó en el diario que las mujeres rusas estaban migrando a distintas y distantes partes en el mundo.
Don había tenido un romance expreso con una moscovita de nombre Katyusha, que trabajaba como escort, y sabía, debido a esto que, las mujeres rusas tenían unas costumbres muy peculiares en la cama… Sonreía al recordar algunas de estas.
Poco tiempo después Don supo que lo que decían los diarios, a diferencia de otras ocasiones, no era mentira…
Empezaron a aparecer encabezados en la sección de sociales de muchos mexicanos que contraían nupcias con las rusas migrantes. Esto podía ser una oportunidad para padrotear a algunas incautas que recién llegaran a la ciudad de México.

- ¡Claro! – Se dijo para sí, como si de pronto la calle (y el mundo entero) se hubiera inundado de la luz de otro sol.

El sabía donde cooptar a las incautas extranjeras…
Fue con un viejo conocido al que le decían el “Calígula”, famoso en el barrio por grabar en vídeo a cuanta chamaquita se dejara, con la promesa de hacerlas famosas, hacerlas modelos, edecanes o actrices de tele. Por supuesto que lo único que obtenían era una portada, pero en los videos caseros del Calígula, que después se distribuían en los puestos piratas y las chavitas no tenían otros destinos que ser vendidas al mejor postor, si alguien con pasta estaba interesado, o trabajar para las distintas mancebías de medio pelo del imperio Calígula y sus allegados.
Don estaba dispuesto a birlarle 2 o 3 rusas que le cayeran al Calígula, aunque sabía que podía irle muy mal…
Fue ahí donde conoció a Katya, un carbón aún, pero Don tenía la facultad de anticipar ese tipo de fenómenos.
Cuando Don llegó con el Calígula, ya se había organizado una subasta, la competencia era mucha y estaba ruda, así que el Calígula quería sacar la mayor ventaja posible de aquello que, aunque caído del cielo, no le iba a servir para el negocio; así que ofrecían a todas aquellas a las que les costaba trabajo soltarse y aflojar. Y ya lo dicen por ahí, no cualquiera es una puta y menos una puta redituable.
A Katya le iba a costar mucho trabajo, todo eso del negocio sexual, pero Don tenía, desde ya, el remedio eficaz para cualquier renuencia, el hambre.
Fue así que Katya no tuvo mejor destino que caer en los tentáculos de Don, así como una española menudita de nombre Carmen, sin gracia, pero eso sí muy putona (si no la había querido el Calígula era por la falta de gracia, sin trasero, sin tetas y con cara de niña chillona); y Lola, que bueno, Lola pues más bien era algo así como el peón del ajedrez y dejémoslo así.
Así pasaron los días y algunos meses, también…

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