Samstag, September 04, 2010

Submundos

Vuelvo a caminar ebrio de ideas por las oscuras calles de los días sin descanso y sin retorno. Ya no tengo 17 años y sin embargo, tengo miedo, sigo teniendo el mismo temblor que provoca la nicotina a estas deshoras de la madrugada, pensando que puedo desnudar féminas pelvis con mis magazines eróticos; justo ahí donde puedo ser el antihéroe nocturno que transita las pestilentes y húmedas calles de los sueños de cualquier ente alienado con aspiraciones intelectualoides.
En el transcurso de la semana me he vuelto a recontratar como profesor de la cátedra inocua; así que no me queda mayor resquicio que roer estos espeluznantes minutos de los sábados de corazones solitarios. Mientras Eric Burdon y su zoológico musical me susurran rezos que tratan calmar toda la tensión etérea que incluso aspiro en este inmundo cuartel.
Así, empapado de pánico y tembloroso, con errores de mis dedos al teclear se consume todo… Los sutiles dragones vestidos únicamente de encaje, duermen en sus cómodas camas en compañía de la costumbre; la sierpe furiosa surca los cielos y la oscura inmensidad devora la comarca. Los aromas nocturnos empiezan a rondar la tibia comodidad de mis desamores posibles.
Todo esto sucede y es mi hora de bailar en las azoteas al compás del zumbido veraniego; no faltan las gatunas peleas que me hacen perder el paso, pero la danza anatematizadora en contra de las prófugas irredentas; aquellas que huyeron y atentaron en contra de la libertad, el placer, el pecado y el delito; continua.
Ahora mezclo un poco de frío con psicosis y me invisto de Calígula, pero estoy sólo y nada puedo hacer para remediarlo…No hay sueños, nadie en la lista de espera, sólo turnos perdidos y nada que hacer. Mis dedos continuaran bailando toda la madrugada así hasta el confín de la eternidad.

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